Home > Event > Gambia – Farafenni (2018)
10 March, 2018

Tras meses de preparación, burocracias y obtención de permisos, y con alguna baja de última hora, el sábado diez de marzo el equipo de Cirujanos en Acción, en colaboración con Hernia International, iniciamos la misión de  Farafenni, Gambia. Dos grupos viajamos simultáneamente a Banjul. Desde Barcelona, Pepa Fornier (enfermera del Hospital Materno-Infantil de Badajoz) e Inmaculada Vílchez (enfermera del Hospital Universitario La Fe de Valencia). Desde Madrid, Ana Arnalich (anestesista del Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid), Asuncion Azpeitia y Nagore Solaetxe (cirujanas pediátricas del Hospital Universitario de Cruces de Barakaldo) y Antonio Satorras (cirujano general del Hospital da Costa de Lugo).

Llegada a Banjul de noche, con el olor de África y un cielo estrellado incomparable. Nos reciben  Sainey Dibba, relaciones públicas del hospital de Farafenni, que será nuestro contacto directo y conseguidor durante la estancia y Amadou, el chófer que tenemos asignado desde el Ministerio de Salud. Tras recogernos, pasamos nuestra primera noche en Grand Villa Guest Hotel, casa de huéspedes de estilo colonial cerca del aeropuerto.

Tras una noche corta, solo alterada por las llamadas a la oración del imán, nos encontramos en Banjul con Wandifa Samateh, director del hospital, y posteriormente partimos hacia nuestro destino, cruzando en un  ferry atestado el río Gambia. Tras dos horas de viaje, algo aumentadas por el pinchazo de una rueda, llegamos al AFPRC General Hospital de Farafenni. Allí nos presentan a Mr Famara, el administrador, y a parte del equipo asistencial. No trabajan  médicos locales y la responsabilidad recae en enfermeros/técnicos y en un escaso equipo de facultativos cubanos. Allí hacemos la primera comida caliente.

El centro dispone de 160 camas. Existen dos quirófanos mal dotados. Tenemos a nuestra disposición uno grande en el que se pueden habilitar tres camas, aunque solo hay una mesa de quirófano utilizable como tal; las otras son camillas sin movilidad. Solo hay una lámpara quirúrgica y un viejo aparato de anestesia que funciona con Halotano. Faltan conexiones y solo hay una bombona de oxígeno. Los cortes de electricidad son constantes y  empleamos con frecuencia las luces frontales que hemos traído. Tampoco  disponemos de red wifi.

Aportamos unos 200 Kg de material y medicación, entre los que se incluía un generador de electrobisturí que preparamos para el día siguiente. Podemos disponer de otro bisturí Valleylab    propio  del centro. Los sueros los aporta el hospital. El estado del material es deplorable, así como las condiciones del material quirúrgico, incluídas batas, campos y gasas, que se esterilizan en un viejo autoclave y suelen estar húmedas.

Cansados, nos retiramos a nuestro hotel, el Mone Berre Lodge, muy próximo al hospital, con habitaciones espartanas  que no alcanza los mínimos criterios de higiene, aunque tiene wifi y un patio en el que se contempla el cielo pese al sofocante calor. Al menos dispone de aire  acondicionado,  mosquiteras y  cervezas fresquitas. Rastaman, el dueño, nos hace la estancia agradable con su conversación y música reggae.

La jornada empieza con nuestra llegada al hospital para desayunar a las siete y media. A las ocho  se inicia la actividad asistencial. El primer día, tras anuncios en los medios de comunicación de la campaña española, acuden múltiples pacientes, sin ningún criterio de selección y que frecuentemente presentan molestias vagas o patologías que no podemos asumir. Ninguno aporta estudios preoperatorios ni existe la posibilidad de realizarlos. Casi nadie habla inglés, pero disponemos de traductores locales para el mandinga y el wolof, las lenguas mayoritarias. Se hace una primera criba y tras solventar varios problemas técnicos empezamos por fin a operar. Comprobamos  que ya no disponemos del médico anestesista local que habían asegurado que iba a colaborar, aunque se ponen a nuestra disposición Luis Anglada, técnico en anestesia, y  la Dra  Yudelines Denis, cirujano general, cubanos que también están trabajando en el centro y que serán de gran ayuda al poder incorporarse parcialmente a nuestro equipo. Nos explican algo más de la idiosincrasia local y del modo africano de hacer las cosas, y así conseguimos finalizar una extenuante primera jornada en la que se intervienen once pacientes, entre adultos y niños, con un total de trece patologías. Solo posteriormente nos enteramos de que dichos pacientes quedan en una sala de reanimación sin ningún sistema de monitorización, a cargo de un equipo de cuidadores con escasa formación y menos medios. Durante toda la misión hemos intentado la docencia del personal, aunque no siempre con los resultados que esperábamos.

El canto del gallo y la llamada a la oración marcan el inicio de una nueva jornada. A la hora prevista nos recogen para ir al hospital. La intendencia está arreglada con una cocinera local; por un presupuesto diario de 6€ por persona tenemos desayuno y comida en el hospital, y la cena nos la trae al hotel. Arroz con verduras es la base y va cambiando la proteína.  El sabor está muy bien. La higiene… al estilo gambiano.

Nuevo día. Vamos estableciendo unas pautas para que los pacientes que se aceptan para cirugía lleguen más preparados al quirófano, al menos rasurados y algo lavados. El ritmo de trabajo del personal local es diferente al que estamos acostumbrados, por lo que pese a las expectativas que teníamos, no nos permite operar más que a doce pacientes diarios, tres por equipo y sesión. Provienen de toda Gambia y Senegal. La mayoría son hombres; parece que las mujeres no precisan de nuestros servicios. Por otro lado, son las madres las que acompañan a sus hijos, que con frecuencia presentan signos de desnutrición. La asistencia que se les ofrece es a un coste menor del habitual, pero no gratuita, y casi todos permanecen ingresados la primera noche. Si alguno necesita una revisión para retirar drenajes, se alojan en casas de parientes y pueden acudir a las cuarenta y ocho horas para que los veamos. Hay que extremar las precauciones dada la alta prevalencia de enfermedades infecciosas como SIDA o hepatitis. Por recomendación de nuestros colegas, trabajamos con doble guante.

Pese a haber informado exhaustivamente al director de la composición de nuestro equipo, el número de pacientes pediátricos es muy escaso, por lo que se desaprovecha la experiencia y disponibilidad de las dos cirujanas. El jueves, ¡sorpresa!, apenas tenemos pacientes. Ignoramos el motivo, pero muy pocas personas han acudido a la consulta y solo seis se pueden programar para cirugía  Al menos eso nos permite tener una tarde muy relajada y hacer una breve visita al mercado de Farafenni.

Aunque nos habían preparado actividad hasta el viernes a mediodía, dado el problema de la jornada anterior prolongamos la última para incluir el máximo número de pacientes. La noche del viernes nos ofrecieron una cena de despedida en la que participó todo el personal de quirófano y  directivo. Hubo los correspondientes discursos y palabras de agradecimiento y terminamos tomando una cerveza con la delegación cubana en nuestro hotel.

El sábado es ya el inicio del regreso. Hacemos una visita al círculo de piedras de Wassu, monumento megalítico patrimonio de la humanidad de la UNESCO, y a Jamjamboréh, antiguo enclave esclavista. Ya de vuelta a la capital sufrimos una nueva avería en la furgoneta. Perdidos en medio de la nada debemos esperar más de cuatro horas para que llegue una ambulancia de repuesto del hospital y completar las tres horas de camino apretados, de noche, con un tráfico abundante, vehículos sin luces, peatones arriesgados, animales por la calzada y decenas de controles policiales. Afortunadamente, el saldo fue tan solo de un cordero atropellado. Así llegamos al Leybato Beach Hotel, donde por fin pudimos descansar con unas condiciones más adecuadas.

El domingo lo empleamos en hacer una visita a la piscina de cocodrilos de Kachikaly y a la reserva de monos (totalmente prescindible) del Parque Nacional de Banji. Terminamos con una visita en bote a los manglares y el mercado de pescado en Tanji. Por fin, de madrugada, emprendimos el viaje de regreso, que tras una larga escala que nos permitió acercarnos al centro de Casablanca, finalizó sin incidentes en Madrid.

El resultado final de la campaña ha sido muy positivo. Hemos atendido a 53 pacientes, con un total de 61 procesos por dobles patologías. Y lo más importante, no solo por el  número sino por  la máxima calidad técnica y humana que hemos conseguido ofrecer con los escasos medios de los que se disponen. De ellos, 41 eran adultos y 12 niños con edades entre uno y cinco años. La mayoría (48) fueron hombres. Se empleó anestesia regional en 35 casos, general en 14 y local en 4. Los diagnósticos fueron de hernia inguinal en 38 casos, algunas gigantes y que en todos los adultos se trataron mediante hernioplastia con malla, hidrocele en 12, hernia umbilical en 4, un testículo no descendido y 6 tumoraciones de partes blandas. Un paciente de hidrocele precisó de una revisión por hematoma; el resto evolucionaron de forma satisfactoria.

Los gastos, aparte de los billetes de avión, ascendieron a 16€ de alojamiento y 8€ por las comidas por persona y día. En ellos se incluye el agua, que teníamos que comprar diariamente. No se contemplaron otros, aparte de las excursiones de los últimos días, las propinas y los recuerdos que cada uno compró corriendo al final.

Terminada la misión, nos parece que hubiera sido mejor programarla con una duración de dos semanas, pues cuando las cosas se empezaban a organizar llegó la hora de marcharse. Tal vez en ese tiempo se podría intentar mejorar la docencia y formación del personal local, algunos con muy buena disposición y ganas de aprender. Pero eso quedará para próximas visitas.

Dr. Antonio Satorras

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies