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21 April, 2016
Dango, Benin,

Misión en Benín. 22-30 de abril 2016.

Era viernes a las cinco de la tarde del 22 de abril de 2016,  cuando todos nos encontramos en el aeropuerto de Madrid-Barajas; voluntarios, familiares de voluntarios, compañeros que venían a despedirnos, y un grupo de periodistas que nos acompañarían durante la misión. El equipo quirúrgico constaba de 3 cirujanos José Antonio Pascual, Laura Vega, Libertad Martín, y una anestesista,  Gloria Hernández, también nos acompañaba Jorge Parise, quien nos había puesto en contacto con la asociación “Infancia y Cirugía en Dangbo”.  Llevábamos con nosotros 4 bolsas cargadas de material para la misión, material quirúrgico y algunos regalos y dulces para los niños. El viaje de ida fue largo, tras 5 horas de viaje y una escala en Casa Blanca llegamos a Cotonú (segunda ciudad más importante después de la capital, Porto Novo). Allí nos esperaban las monjitas del Hospital “Albergue del Amor Redentor”. Desde el aeropuerto un coche nos llevó a Dangbo, a la casa donde dormiríamos durante las siguientes 6 noches.  Estaba solo a un par de manzanas del hospital.  Cuando llegamos eran las nueve de la mañana del sábado 23 de abril, teníamos un par de horas para descansar antes de ponernos manos a la obra. Después, una cola de pacientes nos esperaba para pasar consulta y programar los quirófanos de la semana.

El hospital estaba dividido en varios bloques; en uno se alojaban los enfermos que necesitaban pasar la noche, otro era el paritorio,  en otro estaban los quirófanos, y contaba también con una pequeña casita donde estaba la cocina y el comedor.  Había más bloques construidos, donados por diferentes voluntarios, pero estaban inutilizados. En el hospital, Mama Oportune era la monja directora y la que contaba con más conocimientos de medicina. Mama Ruffine y Gabin nos ayudarían en el quirófano, a preparar y trasladar los pacientes.

En la consulta atendimos muchos pacientes. Los que programamos para operar eran hernias inguinales, hidroceles, eventraciones y tumoraciones cutáneas. Algunos de los pacientes que nos consultaban presentaban patologías quirúrgicas complejas; cánceres de mama, de testículo, fístulas intestinales… que no podíamos ayudar, dado que los cuidados postoperatorios que requerirían serían complejos y nosotros no estaríamos allí el suficiente tiempo para poder dárselos.

También el domingo pasamos consulta en la mañana, y fue ese día el único que tuvimos un poco de tiempo libre para visitar los alrededores. Nos llevaron en coche al río Oueme, nos dieron un paseo en lancha y visitamos distintos pueblos, vimos paisajes sorprendentes y pudimos  apreciar un poco de la cultura y la forma de vida de los habitantes.

Operamos durante 5 días 45 cirugías y 38 pacientes: 35 hernias inguinales, 2 hidroceles, 1 criptorquidia, y 7 procedimientos locales. El quirófano estaba bastante bien preparado, contaba con material quirúrgico aparte del que nosotros habíamos llevado. Los dos primeros días fueron más duros, hasta que nos acostumbramos al calor y conseguimos dominar los aparatos de aire acondicionado (sudábamos a todas horas). El primer día fuimos algo más lentos, paramos para ir a la casita a comer y nos dejamos algunos pacientes programados para operar en la tarde, por lo que acabamos entrada la noche. El segundo día cambiamos la dinámica,  colocamos un biombo en el quirófano, en un lado se hacían las cirugías con anestesia local y en el otro operábamos los pacientes que requerían del buen hacer del anestesista. Para agilizar sustituimos la comida de la casita por un bocadillo de tortilla rápido entre paciente y paciente. Así teníamos algo más de tarde libre para operar y salir antes.  Sobre las 7 nos acercábamos al hotel donde se alojaban los periodistas, el único sitio donde, si había suerte, podíamos coger wifi y hablar con nuestros amigos y familia. Allí nos tomábamos unas cañas, nos contábamos las anécdotas del día, y después cenábamos todos juntos.

Los cinco días de quirófano se nos pasaron volando,  a pesar de su dureza, y antes de que pudiésemos darnos cuenta estábamos de vuelta en el aeropuerto, camino a casa.

Este trabajo nos ha aportado una formación profesional diferente, la satisfacción de poder ayudar a personas necesitadas, además de permitirnos descubrir y enriquecernos con otras culturas muy diferentes a la nuestra y estrechar lazos de amistad entre los componentes del equipo. Podría resumirse como una experiencia inolvidable, irrepetible y muy recomendable.

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